...el sueño será fulminante realidad
Pero los hombres conscientes de sus propios destinos saben que están destinados, según la promesa del Redentor, a ser hijos de Dios. No quieren permanecer en este mundo como espectadores y contempladores; no se consuelan bastante con los mundos imaginarios. Quieren que el mundo real se vuelva semejante a sus imaginaciones y experimente su voluntad. Se verán obligados a encontrar otras ideas aún más grandiosas y a transformar siempre más el mundo.
Las cosas deben transformarse verdaderamente en juguetes del hombre; el universo es la dócil arcilla con que el hombre del mañana dará forma a sus ideales.
La fuerza que habremos de usar para obrar esta transmutación de la historia del mundo -el espíritu- está pronta. Sólo nos resta descubrir cómo obra ya el espíritu, en casos extraordinarios, y hacer de él un instrumento obediente a nuestros altos fines.
El arte y la religión nos darán ideales; la ciencia y el alma nos darán la potencia para realizarlos. Hasta aquí hemos hecho lo que no valía la pena de ser soñado y hemos soñado lo que no era posible hacerse. Cuando el hombre haya llegado a ser verdaderamnete señor del mundo la voluntad se transformará inmediatamente en acto, el sueño será fulminante realidad.
Estos propósitos son muy ambiciosos, pero ¡cuánto más heroicos y prácticos que los de la fría y universal metafísica! Por mi cuenta yo licencio definitivamente a esta inútil sierva, con todos sus vacíos únicos y todas sus estériles leyes.
Yo voy, por otros caminos, a la conquista de mi divinidad.
Pero los hombres conscientes de sus propios destinos saben que están destinados, según la promesa del Redentor, a ser hijos de Dios. No quieren permanecer en este mundo como espectadores y contempladores; no se consuelan bastante con los mundos imaginarios. Quieren que el mundo real se vuelva semejante a sus imaginaciones y experimente su voluntad. Se verán obligados a encontrar otras ideas aún más grandiosas y a transformar siempre más el mundo.
Las cosas deben transformarse verdaderamente en juguetes del hombre; el universo es la dócil arcilla con que el hombre del mañana dará forma a sus ideales.
La fuerza que habremos de usar para obrar esta transmutación de la historia del mundo -el espíritu- está pronta. Sólo nos resta descubrir cómo obra ya el espíritu, en casos extraordinarios, y hacer de él un instrumento obediente a nuestros altos fines.
El arte y la religión nos darán ideales; la ciencia y el alma nos darán la potencia para realizarlos. Hasta aquí hemos hecho lo que no valía la pena de ser soñado y hemos soñado lo que no era posible hacerse. Cuando el hombre haya llegado a ser verdaderamnete señor del mundo la voluntad se transformará inmediatamente en acto, el sueño será fulminante realidad.
Estos propósitos son muy ambiciosos, pero ¡cuánto más heroicos y prácticos que los de la fría y universal metafísica! Por mi cuenta yo licencio definitivamente a esta inútil sierva, con todos sus vacíos únicos y todas sus estériles leyes.
Yo voy, por otros caminos, a la conquista de mi divinidad.
"El crepúsculo de los filósofos" de Giovanni Papini
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