El ataque de los monstruos anti-minimal
Una nota-experimento sobre una obra-experimento, que incluye un poco de bardo, pelotas de tenis, laptops, Helsinki, Anna Nicole, fotos fotos fotos fotos, una gota de Youtube, y mucho más, obvio.
Parece que a la gente del teatro argentino se le ha dado últimamente por buscar prestigio y reconocimiento a través de la utilización de métodos y técnicas (a)probadas en los círculos más snobs y selectos del teatro norteamericano y europeo. Duplicado tras duplicado: la cartelera porteña se muestra plagada de pobres aspirantes a Bob Wilson, de imitadores de Veroneses y Spregelburds, de refritos que no dejan de copiarse a sí mismos. Composiciones de escenario donde siempre hay un piano, una pantalla o proyección; textos llenos de referencias internas, que hablan de la vida de los actores, autores, directores y hasta de vestuaristas e iluminadores, cosa que a nadie interesa; los directores obran con estudiada prolijidad y buscan lo que nadie encuentra. Es este el teatro argentino actual, con su amplia batería de recursos, tan reutilizable. Si bien existen buenas obras para ver, buenos directores y propuestas, cuando algo renueva y pretende transgredir se pierde rápidamente en el telgopor de la cartelera del teatro Lorange. Surgen entonces algunas preguntas: ¿Cuál es el panorama de este teatro (¡cuánto academicismo!)? ¿En qué se basan los directores teatrales para sus puestas en escena? ¿Qué es lo que puede contarnos hoy Alicia Zanca de Shakespeare, con su propio “circo de las estrellas”? ¿Y qué tal Laura Novoa y Pablito Rago, volando por los aires en pleno intento de alcanzarse para el chupón previsible? Muy demodé. ¿Quiénes son hoy los transgresores del teatro porteño? ¿Serán quienes copian a Almodóvar y ponen “toda la carne al asador”? Hay mucha teta y pito feo. Es todo porno, con peleas en el barro y alguna que otra figura casi conocida mostrando la colita… Y la copia, copia, copia. Como respuesta a semejante rejunte, existe el teatro off. No obstante, también está el anti teatro off aparece como contrapartida a aquella primera respuesta. Esta corriente renovadora surge gracias a la difunta María Marta García Belsunce, quien con su asesinato inspiró a la directora italiana Julia Berardi para basar la puesta de su última obra, una versión de Lágrimas rojas en un mar de negro, lágrimas negras en un mar de rojo, de Silvia Spina. Fuentes allegadas a Berardi dicen que un día leyó lo siguiente en internet: “(…) Mientras tanto, la familia limpió la escena del crimen, llevó adelante un velatorio en la casa con más de doscientos invitados, tiró un pituto al inodoro (que terminó siendo el sexto plomo) y llamó a la Policía para evitar que los efectivos irrumpieran en el lugar ante el dolor de la familia por esa imprevista desgracia”. Julia, alarmada, pensó para sus adentros: PITUTO? Non capisco! Ma cosa significa? Fiel a su espíritu inquisitivo, descubrió que la palabra deriva de pitito, que a su vez viene de pito (aquel instrumento musical que produce un sonido agudo al soplarse a través de él), y que en última instancia sirve para nombrar todo tubo, cilindrito u objeto muy pequeño. Decidió entonces utilizar su computadora portátil para dirigir una obra sobre el famoso crimen en el propio país de los hechos, pero sin poner un pie en él. Y así lo hizo. Desde la mismísima Italia, supervisó el proceso y el desarrollo de la obra por internet. A María Marta García Belsunce no la encontraron flotando en el Río de la Plata, sino que apareció en el baño de su casa, en un country top, episodio análogo al texto original de Silvia Spina que relata el acoso de una joven burguesa por parte de un noble inmoral. Hasta ahora el asesinato es un misterio total, y también un suceso mediático; Julia Berardi (súper cínica) se tomó en serio el crimen del country Carmel y lo convirtió en un hecho artístico. Así es que la lombriz del título, o en este caso la actriz Carolina Stegmayer, representa aquella mujer “bien” que es dañada hasta convertirse en cualquier cosa. Fue Pablo Lapadula, un distinguido actor del circuito off, quien atendió las demandas de Berardi, que desde Helsinki (Finlandia) y desde su notebook dio las indicaciones para que La lombriz se pusiera en escena. Atraída por dos grandes musas, María Marta y Marta Minujín (la gran bestia pop, representante de la innovación y del escape a lo conocido). Berardi dice al respecto: “Las M&M son lo más moderno, y lo nuevo, renueva, mi-a-morrr”. La directora actualmente se encuentra en Bogotá y vio la primera función a través de su compu portátil. “Quiero estimular al público argentino a vivir una experiencia real que apunta a la catarsis, a la respuesta instantánea de los espectadores, incitándolos a cometer actos ilegales, y está completamente abierta a la burla y al escarnio, a toda clase de súbitas expresiones de risa o de llanto, siempre que sean sinceras”. Las llamadas anti obras, que invitan a que el público hable por celular, actúe, grite, salga de la sala y etcéteras, ponen el foco no en el acto teatral sino en el efecto que provoca, planteando un mundo indefinido y variable, pues pertenece al espectador. Llamémoslo amiquemeimportismo. En el caso de la obra de Berardi, se trata de una sucesión de escenas incoherentes y aleatorias, un ataque constante a favor de todo (orden = desorden; yo = no-yo; afirmación = negación). Tales son los fulgores supremos de un arte absoluto. Parece ser que esto es lo que se viene en materia teatral: lombrices, cocodrilos, extraterrestres que pueden conseguir lo que no logran mujeres ricas, carne de tenistas y cotillones transgénicos. Las protagonistas saltan del escenario para pedir a los asistentes una monedita o un cigarrillo, mientras que la autora se traviste y cobra las entradas en la puerta y el director arroja pelotitas al público ya ubicado en sus plateas. Pero... ¿no era que la realidad superaba a la ficción? ¡NO, NO, y NO! ¡La ficción lo supera todo!
Por BORICÜA-Textos adicionales: IGNACIO D’AMORE
Mayo 2007
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