viernes, 12 de diciembre de 2008


Es muy meritoria esta puesta de La secreta obscenidad de cada día, de Marco Antonio de la Parra, dirigida por Elba Degrossi, ya que debe sobreponerse a un ámbito poco propicio para el desarrollo de un hecho teatral, como es el Café Literario de la Sociedad Hebraica Argentina. En donde, aparte de debatirse con un escasa apoyatura técnica, los ruidos provenientes de los alrededores de esa confitería devenida en uno de sus sectores en “sala teatral”, conspiran contra la concentración del público para captar un texto con varios giros, e idas y vueltas.
En su afán de llevar al máximo la burla y la ironía a posturas políticas, filosóficas y éticas, el texto de Marco Antonio de la Parra, se vuelve por momentos farragoso; pero Degrossi lo aliviana promoviendo, en forma constante, juegos y cambios de ritmos. De esta manera se aligera la pieza pero sin que esta pierda su sentido.
El merito es compartido por la directora que supo darle su tiempo a cada clima de la obra; y por los actores Esteban Massari y Manuel Bello que se entregaron con total desparpajo a un juego teatral irreverente, única manera de llevar adelante una historia, que bajo su superficie absurda, esconde los mecanismos de la violencia.
El diseño de luces de Juan Freund lucha a brazo partido para lograr climas –por lo antedicho en el primer párrafo- y en buena parte de la obra obtiene sus frutos.
Es bueno el vestuario, diseñado por Silvia Spina, ya que en esta pieza el disfraz es una parte fundamental para el juego de ocultar lo siniestro.
El trabajo que hay en esta obra merecería un ámbito más apropiado para su observación y disfrute.
Gabriel Peralta - Crítica teatral, 12/12/08
Como otros lo vieron - Críticas

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